lunes, 14 de enero de 2008

¿QUE TE HA DADO ESE PELON CIGARRO? QUERIDO AMIGO...

Desde mi pelona, para el mundo y para los enviciados del humo.

Después de todo mi conciencia y la ley pudieron más que yo. No me quise arriesgar a que en algún antro, restaurante o bar el gerente nos dijera a Cigarro y a mi que nos saliéramos a la banqueta, que nuestra humeante relación no era bien vista por la sociedad o que simplemente en mi casa y por la tórrida relación que teníamos Cigarro y yo nos tuviéramos que esconder en el closet de la incomprensión para seguir con nuestra nicotìnica, embriagante y humeante relación.

Conocí a Cigarro cuando era adolescente. Mucha gente me dijo que no le hiciera caso pero desgraciadamente no quise escucharlos. A Cigarro le di los mejores años de mi vida y veo con tristeza que él a cambio no me dejó nada bueno y si muchas cosas malas. Cigarro me subía la presión, me quitaba el hambre, manchaba mi boca y dejaba su penetrante aroma en mi persona, en mi ropa y en mi coche. Afortunadamente no me dejó una úlcera como las ha dejado en otras de sus humeantes relaciones. Despilfarré mucho dinero en el y a cambio no me dio absolutamente nada de nada. Por si fuera poco hizo que me escondiera de algunas personas e hizo también que hasta les mintiera en algunos casos. Caí en sus garras.

Recuerdo que varias veces y para seguir con nuestra relación en no pocas ocasiones a mitad de la función de cine me tenía que salir para poder disfrutar de Cigarro o Cigarrìn como alguna vez le decía. Bueno, llegué al extremo de preferir viajar en coche largas distancias debido a que las aerolíneas vetaron nuestra relación por el mal ejemplo que dábamos y por la contaminación que podíamos ejercer a las demás personas. Dejé inservibles con una o dos puestas algunas camisas y varios pantalones debido a que misteriosamente se quemaban tal vez porque no eran de su agrado y hasta en algunas ocasiones –muy pocas- me quemé los dedos de las manos con el fuego de Cigarro.

Cigarro siempre fue muy posesivo a tal grado que no permitía que me quedara sin él a cualquier hora del día y de la noche teniendo que llegar al ridículo de comprar varias cajetillas antes de llegar a mi casa o al trabajo para poderme sentir bien. Tenía a Cigarro en la maleta, lo tenía en el auto, iba conmigo a todas partes, lo tenía en la mente y en la sangre y me causó –me atrevo a asegurar- un gran desfalco económico que sólo Dios sabe a cuanto podría ascender. No quiero hacer cuentas. No quiero hacer más corajes después de que quien sabe en que estado de salud me dejó. He leído que los doctores dicen que deben de pasar cinco años para saber si mi fatídica relación con Cigarro no me dejó secuelas de por vida que en un momento dado puedan traer males irreversibles. Estoy temeroso y no me quiero hacer un examen radiográfico de mis pulmones. Capaz que Cigarro dejó algo en ellos que pudiera reducir su capacidad de manera sustancial vetándome de por vida el ejercicio y porque no decirlo, la capacidad de tener relaciones íntimas en una futura relación que pudiera tener. Que miedo.
Fueron muchos años de relación. Hubo ocasiones en que Cigarro me dijo haciendo bolitas de humo ¿Que me quieres dejar?, ¡Anda a ver si puedes…tu nunca podrás dejarme! Se reía, echaba mas humo y volvía yo a caer en sus garras como si fuera un ser sin fuerza de voluntad.

Afortunadamente la luz llegó a mi cabeza y tuve el valor de dejar a Cigarro. Estoy luchando por hacerlo. Tengo varios días sin Cigarro y respiro mejor, siento mi piel mas suave, me agito menos al subir una escalera, toso menos, mi pecho ya no tiene flemas y aprecio de nuevo muchos sabores que ya ni me acordaba que existían. Trato de olvidarlo y hasta aconsejo a los que caen bajo su torva y repugnante mirada para que lo ignoren y que sea castigado con el látigo de nuestro desprecio. Dicen que un clavo, saca a otro clavo. Ahora tendré mucho cuidado de caer también bajo el influjo de Caramelo.

No hay comentarios: